
Parece que no hay ni un sólo hueco de nuestras vidas donde no llegue la globalización. Y no es que me parezca mal, pero sí creo que hay que estar alerta para que este fenómeno no se convierta en un disolvente de lo local. En esta noche, víspera del día de Todos los Santos, pequeños esqueletos, narices postizas de brujas, manos metálicas de Freddy Krueger llaman a nuestras puertas gritando, pocas veces al unísono, un casi intinteligible "¿Truco o trato?".
Importado de Estados Unidos, la fiesta de Halloween se implanta en las generaciones más jóvenes, en detrimento del tradicional D. Juan Tenorio. Los versos de Zorrilla sonaban en todos los pueblos representados por las compañías locales de aficionados, y el mes de noviembre se convertía en el agosto de los cómicos profesionales montando la Hostería del Laurel de bolo en bolo.
¡Jamás creí en fantasmas...! ¡Desvaríos!
Mas del fantasma aquel, pese a mi aliento
los pies de piedra caminando siento
por doquiera que voy tras de los míos.
Bien es verdad que soy actor y amante del teatro, también es cierto que ya me encuentro más en el ecuador de la vida que en el primer cuarto, pero no puedo evitar encontrarle más encanto a la representación del tenorio y a que la gente de la calle recite versos de D. Juan, incluso sin saber a dónde pertenecen (¿No es verdad, ángel de amor, / que en esta apartada orilla / más pura la luna brilla / y se respira mejor?), que a una tradición de disfraces de personajes de películas que para los críos es una excusa para recolectar caramelos, y para los adultos un segundo carnaval del año a celebrar en discotecas.
Muchísimos actores han interpretado al galán sevillano, y cada uno tendrá en su memoria a su preferido. Yo poniendo mi granito de arena en este mantenimiento de lo local frente a la globalización de tradiciones, voy a traer a este blog imágenes en blanco y negro con el maestro Paco Rabal en toda su lozanía provocando a su oponente Luis Mejías y dando cuenta de la apuesta hecha un año antes sobre quién podía cometer más tropelías en doce meses.
Va por ti, Freddy Kruger!
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