
Es muy difícil si no imposible, imitarlo, tararearlo y seguirlo por lo bajini mientras una de sus canciones suena. Lleva más de dos décadas regalándonos belleza tras belleza en forma de canciones. Como la vida, no sabes cuál va a ser su próxima nota, o su próximo quiebre en un solo quejío donde se unen ambos lados del estrecho, y se fusionan el flamenco, el jazz, y los más exóticos instrumentos.
Javier Ruibal, cantautor de El Puerto de Santa María, no entiende de fronteras. Ha llevado sus letras a Rusia, Japón, USA, Latinoamérica, África empapándose de lo lejano y haciéndolo cercano, propio. Tiene la habilidad de llevar el olor a bahía y sal a cualquier rinconcito donde se encuentre, donde nos encontremos uno de sus adictos; los que en alguna ocasión escuchamos alguna de sus piezas y ya no pudimos dejar de meternos en vena esas dosis de poesía, de canto al amor y a la vida, de sones por bulerías acompañados de un saxofón: Picasso, el Pelao, Sara, la Pensión Triana, el callejón del Tinte... espacios y personajes que pueblan el Universo de Ruibal, la caverna luminosa donde habita un monstruo que crea adicción cuando abre la boca.
Si eres ruibalero, sabes de qué estoy hablando, si aún no lo eres, te sugiero que cuanto antes escuches cualquier tema de su último album, "Lo que me dice tu boca", y sabrás lo que es ser llevado en volandas por un maestro de sensaciones.
Desde cualquier rincón lejano a la bahía, cierro los ojos, mis oídos se rinden a su voz y a sus sones, y de los adentros sale un sincero: !Gracias, monstruo! ¡Gracias, maestro!